viernes, 28 de junio de 2013

                fomas de vida:
por ejemplo la forma de vida de los trilobites

Si pudiéramos sumergirnos bajo los mares del
Ordovícico, hace unos 450 millones de años,
aparecería ante nuestros ojos un asombroso
paisaje plagado de trilobites. Algunos eran
grandes como platos; otros, del tamaño de un
camarón moderno; los había también menores
que un guisante. Medraban en casi todos los ambien-
tes, desde las aguas someras hasta las más profundas e
incluso afóticas. Había trilobites cubiertos de espinas,
como acericos; otros, totalmente lisos, parecían cochinillas
gigantes. Algunos contaban con extrañas prolongaciones
delanteras, sin parangón en los animales actuales. No
sólo los había dotados de grandes ojos; tampoco falta-
ban los ciegos.
Tan asombrosa variedad de formas reclama diferentes
nichos ecológicos. Contamos con un buen registro fósil,
puesto que fueron los primeros artrópodos en secretar un
exoesqueleto de calcita. Pero la mineralización no afectaba
a todo el exoesqueleto: a diferencia de los cangrejos y
langostas actuales, los apéndices de los trilobites nunca
contaron con un recubrimiento calcáreo, por lo que fo-
silizaron sólo en raras ocasiones. El caparazón dorsal,
en cambio, sí formaba un escudo protector; se plegaba
ventralmente alrededor de todo el cuerpo del animal para
formar el doblez.

 los tres lóbulos a los que alude el
vocablo “trilobites” comprenden un raquis diferenciado
(en general convexo), flcanqueado por dos áreas pleurales,
dobladas lateralmente. Transversalmente, estos animales
se dividen también en tres partes: una cabeza (cefalón),
en la que se encuentran los ojos, un tórax flexible, com-puesto por un número variable de segmentos articulados,
y una cola (pigidio), que consta de varios segmentos
fusionados. A partir de este esquema básico, los trilobites
presentaban un sinfín de variaciones.
Si algunos apéndices de trilobites se han conservado en
estado fósil es porque, antes de pudrirse, se impregnaron
de un mineral (pirita o apatito), que persistió después de
que las bacterias descompusieran los tejidos blandos. Lo 
mismo que insectos y crustáceos, sus parientes artrópodos,
los trilobites estaban dotados de antenas en la parte frontal
de la cabeza. Por detrás de éstas, numerosos apéndices se
disponían en pares —uno para cada segmento torácico— a
lo largo de todo el cuerpo. Cada apéndice constaba de
una rama interna locomotora y una rama externa respi-
ratoria dotada de filamentos branquiales. A este patrón
básico responden todos los apéndices de trilobites hallados
fósiles; ello sugiere que gran parte de las variaciones en
el diseño de los trilobites afectaban sólo al exoesqueleto.

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